Finalmente, aplicamos el viejo refrán que nos dejó un amigo y “comenzamos a andar con la seguridad de que en el viaje los melones, se van a ir acomodando”. Esto tiene que ver con todas las tareas, gestiones y obligaciones previas que hay que dejar terminadas para iniciar con tranquilidad un viaje, pero ocurre que mientras tanto, el tiempo va pasando, y el inicio se atrasa, y en este viaje hay tiempos que respetar, fundamentalmente, por que tienen que ver con inicio del periodo de lluvias en el norte de Brasil, que deja intransitables algunos caminos.
Este tramo no tiene mayores atractivos que inviten al comentario. En efecto, el camino discurre sin accidentes geográficos, excepto el cruce del Río Paraná a través del Túnel Subfluvial, magnifica obra que uno aprecia en cada oportunidad que lo transita, sobre todo por la importancia estratégica que tiene para la integración de la región mesopotámica con el resto del País. Sin mayores alternativas arribamos a Santo Tomé, una vieja ciudad correntina localizada a orillas del Río Uruguay, de la que rescatamos el valor de algunos inmuebles antiguos por su arquitectura que incluye aberturas de maderas nobles de hasta siete metros de altura. Hicimos noche en un moderno hotel, y nos preparamos para recorrer al día siguiente los 460 kms. restantes para llegar a Puerto Iguazú.
Vamos a empezar a leerla
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