Cuando iniciamos la etapa de hoy ya habíamos
decidido que daríamos un rodeo para evitar ingresar a Salvador por las razones
que apuntamos ayer. La elección del destino la hicimos teniendo en cuenta que
mañana es domingo y que también para la tripulación de “la nave”, rige el
obligatorio descanso hebdomadario. A tal utilizamos el viejo método aleatorio
de poner el dedo en un punto del mapa que se encontrara entre los setecientos y
ochocientos kilómetros y que estuviera sobre el mar. El resultado fue Sitio do
Conde, y hacia allí pusimos proa. En
la primera mitad del trayecto recorrimos
caminos tranquilos, en general en buen estado de conservación, atravesando
pequeño pueblos agrícolas, donde pudimos observar grandes plantaciones de
tunas, fruto que creíamos no se producía en Brasil, pero en realidad el suelo y
el clima por donde transitábamos era muy similar al norte de Córdoba, incluso
atravesamos un tramo bastante extensos de sierras. Un poco más adelante, la
vegetación adquirió cierta similitud con la de las Provincias de La Rioja y
Catamarca, y llegó un momento en que nos preguntamos si no habíamos equivocado
el rumbo y estábamos volviendo. Pero no
había tal equivocación y seguimos avanzando con rumbo noreste, acercándonos de
a poco hacia el mar, y viendo como de a poco las carreteras iban formando una
especie de embudo a medida que nos acercábamos a ciudades más importantes, lo
cual poca gracia nos hacía por que la conducción se hacía cada vez más exigente
y el promedio de velocidad iba cayendo de a poco. Así fue que en un momento
dado, cuando estábamos a doce kilómetros de una bifurcación de caminos quedamos
atrapados en un gigantesco embotellamiento de transito en medio de la nada.
Nosotros atribuimos esta situación a la
existencia de obras en la calzada, ó a la ocurrencia de algún accidente. Luego
de tres de horas de reloj de detención y/o avanzar a paso de hombre pudimos verificar que no había ningún obstáculo
en la ruta y que todo se debía a la gigantesca cantidad de vehículos, sobre
todo, camiones que se desplazaban y que también intentaban entrar o salir de la
bifurcación. Este hecho acontecido en un sábado por la tarde, nos hizo pensar
en todo lo que le falta a Brasil en materia de infraestructura vial y de otros
servicios, entre ellos la provisión a la población de agua segura y potable, ya
que la disponible carece de esas dos condiciones. A partir de aquí el viaje se
transformó en una excursión en vivo en el tren fantasma. Fueron más de
trescientos kilómetros manejando al límite, al filo de la cornisa, incluso
contrariando nuestro principio de no conducir de noche, pero la demora que nos
ocasionó el embotellamiento determinó que tuviéramos que conducir más de dos
horas en plena noche. Afortunadamente pudimos salir con bien, y obtuvimos una
compensación. La misma llegó por el lado del lugar y el hotel que habíamos
elegido por internet. Una conjunción de excelencia. El pueblo pequeño, simpático
y de gente amable y despreocupada. El hotel nos ofreció mucho más de lo que por
él pagamos, se encuentra directamente en la
playa, con una hermosa y calida piscina, rodeado de un paisaje verde de
cocoteros. Una agradable brisa sopla
permanentemente, la que unida a la cálida temperatura ambiente, es como
una caricia permanente. A pesar del cansancio nos dimos el gusto de cenar un
plato típico de esta región “moqueca de camarón”, una especie de sopa de este
marisco con el agregado de aceite de dendee, leche de coco y otros
ingredientes que desconocemos.
CAETITÉ
–SITIO DO CONDE - Plantaciones de Tunas
CAETITÉ
–SITIO DO CONDE - Interminable Embotellamiento
CAETITÉ
–SITIO DO CONDE - Animales Famélicos
Flojo el embotellamiento
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