Nuestro Viaje al Norte

13/01/2012 – 12º DIA - PUNO

Decir Puno es decir Lago Titicaca, y decir Lago Titicaca es decir islas flotantes. Y esto es así debido a que la magnificencia de este Lago hace que necesariamente los viajeros que llegan a Puno lo hagan casi con la única intención que es navegar el Lago, y conocer sus, islas, especialmente las flotantes, y los naturales de la zona que las habitan. Nosotros no podíamos ser la excepción; por lo que hoy, luego del consabido madrugón a las siete horas ya estamos a bordo de una lancha que nos llevaría, primero a visitar las islas flotantes, construidas con totora y habitados por una raza de aborígenes llamados Urus, y luego a visitar otra isla llamada Taquile la cual es habitada por otra etnia. En ambas, las familias viven en estrecha comunidad.

Las islas flotantes son muy numerosas, alrededor de cincuenta, y están ubicadas a media hora de navegación desde el puerto de Puno. Son construidas a partir de bloques de totoras muerta; en realidad se podría decir secas, aunque esto no es lo correcto ya que flotan bajo la superficie del lago, pero lo que se quiere significar es que ya no tienen vida, y que con el tiempo van formando estos bloques que tienen aproximadamente dos metros de espesor, sobre la cual se desarrollan las totoras verdes. Los nativos cortan los bloques en tamaños variables que van de cuatro a doce metros cuadrados, y luego los amarran entre ellos usando para tal fin cuerdas, luego de lo cual le adicionan un metro de totoras verdes, por lo que las islas tienen alrededor de tres metros de espesor, y su superficie es muy blanda por que en forma quincenal le van agregando nuevas capas de totora verde. Sobre las islas construyen sus viviendas que son de diverso tamaño, compuesta de un dormitorio, una cocina y otras dependencias, todo construido en totora, no usan otro material. Cada isla es habitada por una familia que incluye a padres, hijos y abuelos, y viven en total comunidad compartiendo todos los bienes, y distribuyendo adecuadamente las tareas. Prácticamente viven de los elementos que el mismo Lago les provee, peces, aves y huevos. También elaboran artesanías las que venden o trocan por otras mercaderías o dinero con el que adquirieren los otros bienes que necesitan. También construyen con totora sus naves, algunas pequeñas con capacidad para dos o tres personas, y otras para hasta veinte. Entre ellos hablan el idioma aimará, su lengua ancestral y mantienen sus costumbres y tradiciones, no obstante los niños reciben educación primaria en tres escuelas construidas también en islas flotantes a las que asisten conduciendo sus propias embarcaciones.

Luego de la visita comentada continuamos viaje hacia la isla Taquile a la que se arriba luego de tres horas de navegación. Esta isla esta habitada por otra etnia que también habla el aimará y es de considerable dimensión, con la particularidad de ser muy montañosa, característica que nos obligo a realizar una caminata de media hora ascendiendo, y luego una hora descendiendo. Esta actividad desarrollada a 3.900 mts. S/nivel del mar, nos dejó a nosotros, y a casi todos los visitantes extenuados. La buena noticia es que al bajar de la lancha adquirí parte de la isla mediante el simple trámite de errar un escalón y aterrizar con todo mi humanidad en suelo, afortunadamente sin mayores consecuencias. Aquí también los habitantes viven en comunidad. Son 340 familias y un total de 1.500 habitantes quienes la componen. Cultivan el terreno siguiendo la milenaria técnica inca de sembrar en terrazas construidas exprofeso en las laderas de las montañas, y todas las actividades, incluso las comerciales, las realizan de modo comunitario sin entablar ninguna competencia, a punto tal de que si bien para atender las excursiones, existen alrededor de 20 pequeños restaurantes, todos ofrecen exactamente el mismo menú al mismo precio.

Realmente nos resultó muy enriquecedora esta excursión de la que regresamos a última hora de la tarde, teniendo en mente un solo propósito baño y cama.