El
día se presentó nublado, y sin viento con una temperatura de alrededor de 13/14
grados, algo bastante inusual para esta región. Al salir tomamos rumbo este,
hasta alcanzar la famosa ruta 40, que en esta zona se encuentra pavimentada,
que nos llevó hasta la localidad de La Esperanza, lugar donde finaliza el
pavimento, y toma rumbo sur, hacia la localidad de Río Turbio. Nosotros
continuamos hacia el sur-este, hacia nuestra próxima parada en la ciudad de río
Gallegos. Ahora viajamos por la ruta provincial 5, totalmente pavimentada, y en
buen estado de conservación. Hasta aquí el movimiento de vehículos era escaso,
y el paisaje, netamente patagónico, es decir, con escasa vegetación, la que no
supera los 20 o 30
centímetros de altura. A partir de allí el trafico se
incrementó notablemente, la causa es que en esta área hay mucha actividad
petrolera, observándose grandes instalaciones, pozos de petróleo en producción, y estaciones de bombeo de los gasoductos y oleoductos
que corren a la vera del camino. Cerca del mediodía llegamos a Río Gallegos, la recorrimos brevemente para
confirmar la idea que ya teníamos de ella, producto de un viaje anterior,
respecto de que es, plana, y sin
atractivos de ningún tipo, pero con un gran parque automotor que abarrota sus
calles y avenidas. Continuamos, entonces, hacia Río Grande, el destino final
programado para este día. Seguimos por pavimento hasta el paso fronterizo
llamado “Integración Austral”, lugar en el que cumplimos los tramites aduaneros
y migratorios para ingresar a territorio chileno, en un solo recinto. Continuamos
otros 63 kilómetros
hasta llegar a Punta Delgada, lugar de embarque en el ferry que cruza el
estrecho de Magallanes, para una breve travesía de unos 20 minutos. Hasta aquí
se mantenían las óptimas condiciones del tiempo que permitieron una placentera
navegación, cosa que no ocurre frecuentemente, por ser ésta una zona de mucho
viento el que agita las aguas del estrecho, y que suele hacer bastante movido
el cruce. Desde el lugar de arribo en Bahía Azul continuamos por pavimento, hasta
las inmediaciones de la localidad chilena de Cerro Sombrero donde comienzan 120
interminables kilómetros de duro ripio, que se presenta en todos sus estados,
suelto, consolidado, poceado, embarrado, etc., verdaderamente un duro tramo
para el vehículo. Una vez llegados a la frontera, nuevamente trámites, ahora
para ingresar a la Argentina, y de allí, 80 kilómetros de
pavimento hasta Río Grande. La ciudad está localizada en la desembocadura del río
que le da nombre, pero carece de puerto, la explicación viene dada por la amplitud
que tienen aquí las mareas que llegan a tener una diferencia de hasta 14 metros de altura, lo
que hace que cuando se produce la bajamar, el agua se retire a una distancia que
fácilmente supera el kilómetro desde la costa. Cuando llegamos, el tiempo había
cambiado un poco, y ahora se presentaba nublado con algunas lloviznas y algo de
viento. Conseguir un hotel no fue tarea
fácil, por el contrario nos llevó más de una hora y media recorrer todos los hoteles
de la ciudad, escuchando siempre la misma repuesta: estamos completos, hasta
que en la última opción que quedaba, conseguimos una minúscula habitación de un
muy sencillo residencial, con tarifa especial, lo de especial es por lo cara. Estimamos
que la alta ocupación hotelera es producto de dos hechos; la poca oferta, y la
alta demanda originada en la fuerte actividad industrial que se desarrolla,
tanto en el parque industrial, como por las explotaciones petroleras. Esta
ciudad, no tiene un perfil turístico, de
hecho son pocos los visitantes que recibe en tal carácter, ocurre que comparte
las mismas características de Río Gallegos, y además es muy cara. Luego de
instalados caminamos por el centro sólo para advertir que no había nada para
ver, y que además hacía frío, de manera tal que terminamos nuestro paseo en una
confitería tomando café del que nos retiramos temprano hacia la calidez del
hotel.
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